Análisis de Gorogoa

Análisis de Gorogoa

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El director de cine Jean-Luc Godard dijo que “el travelling es una cuestión moral”. Esta potente frase viene a decir que al elegir la técnica de grabación existe una enorme responsabilidad, ya que el plano y el movimiento cuentan tanto o más que el propio guion; en su caso se quejaba de cómo una pobre representación del Holocausto en el cine había permitido a fascistas como Jean-Marie Le Pen considerar este genocidio como “un detalle”. El marco a través del cual enfocamos la realidad nos cuenta muchas veces más que la imagen que vemos en su interior. Como decía Marshall MacLuhan, el medio es el mensaje.

Gorogoa es un juego de puzles con una importante carga narrativa. Un chaval contempla desde su ventana cómo una enorme y amenazadora criatura mitológica aparece en la ciudad. Un libro le indica que para hacerlo desaparecer debe recoger cinco orbes de distintos colores.

Es complicado hablar de Gorogoa por muchos motivos. Uno de ellos es su particular sistema de control, un claro caso de “es más fácil jugarlo que explicarlo”. La pantalla se divide en cuatro viñetas, como si fuese un cómic. Al comienzo del juego, solo una de las viñetas muestra una imagen, el resto está en blanco. La imagen que aparece se puede modificar para cambiar la localización o el punto de vista.

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Cuando detectamos un “marco” (una ventana, una puerta, un vidrio…) podemos separarlo de la imagen que enmarca y se convierte en una viñeta separada que podemos manipular de manera independiente. La clave del juego está en encontrar la manera de relacionar estas escenas entre sí: cómo el zoom de una escena encaja con la cubierta de un libro o cómo el contenido de un mapa interacciona con los objetos de una sala. Quizá suena un poco extraño escrito, pero una vez te pones a probarlo es tan natural que en unos minutos lo manejas como si lo hubieses estado jugando toda la vida.

Gorogoa dura solo una hora, pero es una hora con un enorme despliegue de imaginación en que el juego no deja de sorprendernos ni por un segundo.

Otro motivo es que es muy corto; a un ritmo normal se puede completar en poco más de una hora. Lo menciono pronto porque a más de uno le va a tirar para atrás automáticamente, pero no creo que en el caso de Gorogoa sea un gran problema. Su creador ha ido puliendo el juego durante años, eliminando multitud de puzles por el camino, hasta que ha logrado una experiencia idónea.

Es solo una hora, pero es una hora con un enorme despliegue de imaginación en que el juego no deja de sorprendernos ni por un segundo. Todas las situaciones están medidas a la perfección para jugar con nosotros y nuestras expectativas, y cada pantalla es una nueva demostración de cómo una idea que podría ser tan simple como “cuatro viñetas interactúan entre ellas” se puede complejizar y ganar en densidad y riqueza a cada segundo que pasa.

Ayuda bastante el hecho de que se haya puesto un mimo excepcional en cada una de las imágenes y animaciones del juego. Las interacciones entre las viñetas son espectaculares, pero es que además en cada una de ellas aguarda un bello cosmos en miniatura en el que merece la pena pararse a contemplar cada pequeño detalle.

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La contrapartida es que resulta difícil hablar de él sin fastidiar aunque sea un poquito la experiencia; he intentado poner el menor número de ejemplos posibles porque merece la pena aproximarse a él con el mayor desconocimiento posible, con disposición a entrar en su particular universo y disfrutar del simple acto de desentrañar el funcionamiento de sus reglas y mecanismos.

Gorogoa es un juego sobre las miradas y las perspectivas, sobre cambiar el punto de vista para entender mejor la imagen completa, sobre pensar a diferentes escalas.

También resulta complicado hablar de la historia, no solo porque, de nuevo, es fácil entrar en terreno vedado debido a su duración, sino porque lo que se cuenta está tan intrínsecamente relacionado con la manera en que se juega, que resulta difícil separarlo como un elemento aparte. Tiene algo parecido a una trama más o menos lineal (narrada sin una sola palabra y tirando mucho de simbolismo), pero es más importante la manera en que emplea su sistema de control para contar algo más allá de la narración visual.

Es un juego sobre las miradas y las perspectivas, sobre cambiar el punto de vista para entender mejor la imagen completa, sobre pensar a diferentes escalas, sobre cómo el marco con el que se observa una imagen tiene tanta importancia como su contenido. En última instancia, es un juego que exige que pongamos de nuestra parte activamente para analizar lo que implican nuestros cambios de vista más allá de servirnos para resolver puzles.

Gorogoa es un juego tan particular e interesante que me cuesta hacerle justicia con un texto a la altura de lo que propone. Es una experiencia breve, pero a cambio no tiene ni un segundo malo. Se suele decir que una imagen vale más que mil palabras; Gorogoa dispone de cuatro y las aprovecha para abrir ventanas a todo un universo sin decir una sola palabra.